El guardián de la puerta
Había en la ciudad un palacio rodeado de un maravilloso jardín que era visitado por todo aquel viajero que por negocios o simplemente en viaje de placer se acercaba a la población. Dicho recinto tenía un vigilante preocupado siempre por mantenerlo todo en orden. Recorría cada camino del parque y cada rincón del palacio en busca de cualquier cosa que no debiera de estar allí, según su criterio, pues consideraba todo el recinto como de su propiedad.
No le agradaba la presencia de visitantes. Pensaba que alborotaban mucho y rompían el silencio y la paz. Aunque no le quedaba más remedio que soportarlos, pues precisamente de ello dependía que él pudiera vivir en lugar tan maravilloso y especial.
Pero había alguien a quien si podía espantar sin miramientos y a quien él le tenía especial manía: los gatos. Aquel jardín era muy atractivo para esos pequeños animales pues siempre encontraban tras quien correr y poder demostrar sus dotes de cazadores. De los sótanos del palacio salían a veces algunos ratoncillos que hacían sus delicias y el jardín rebosaba de pájaros inquietos que no sólo les servían de alimento, también servían de señuelo para adiestrarse en sus ejercicios de caza.
El vigilante sabía todo esto y su mayor empeño era atrapar a aquellos peludos y escurridizos gatos. No tenía ninguna compasión cuando lograba darles caza. Para él, gato cazado era gato muerto.
Un día apareció por el jardín una anciana encorvada y llena de arrugas que caminando lentamente se acercó al vigilante y le preguntó si quería que le echara la buenaventura. Él la miró con cierto desprecio pero como estaba un tanto aburrido aceptó la propuesta. La anciana le pidió su mano y después de pasar lentamente sus dedos sobre ella le dijo con voz suave: “Si sigues matando gatos, acabarás por convertirte en uno de ellos”.
El vigilante separó su mano con rapidez, la tildó de loca y con un gesto brusco le indicó a la anciana que se largara de allí y se dejara de tonterías. La anciana bajó la cabeza y marchó murmurando una letanía de la que el vigilante sólo pudo escuchar las últimas palabras: “Será antes de lo que imaginas”.
Aquella misma noche el vigilante sintió un fuete dolor en el pecho y cayó desplomado al suelo. Cuando los vecinos fueron a socorrerle vieron que ya nada podían hacer por él, estaba muerto.
Su cuerpo yacía inerte, pero la energía que emanaba su espíritu voló alto, tan alto que llegó al lugar en donde reposan los espíritus. Una vez allí, una voz poderosa le negó la entrada al tiempo que le recriminaba su actitud huraña con los humanos y la manera en que había desplazado sus frustraciones haciéndoselas pagar a los gatos. Había matado cuantos pudo; y a los que no mató, les hizo la vida imposible. Así que tendría que volver a la tierra y purgar su culpa. Pero no lo haría con cuerpo de hombre, volvería con cuerpo de gato.
Cuando se enteró le dio un buen berrinche, no quería ser un gato, quería volver a ser un hombre y regresar a su palacio y a su jardín. Aunque no se le concedió lo primero si se accedió a lo último, así que regresó como un gato rallado, gris, con el pecho blanco como la nieve.
No es que eso fuera mucho consuelo, pero tuvo que conformarse. Con lo que no contaba era que su empleo ya estaba ocupado por otro vigilante al que tampoco le gustaban los gatos; y si bien no los maltrataba, tampoco les dejaba colarse al jardín. Así que el pobre se acomodó al lado de la puerta con la esperanza, al menos, de poder atisbar un pedacito de parterre, olisquear el aroma fresco de los árboles o escuchar el piar bullicioso de los pájaros cada vez que alguien abría la puerta. Pasó tanto tiempo en ese lugar que llegó a hacerse famoso. Nadie sabía por qué permanecía acurrucado junto al portón, era un misterio, pero su presencia no pasó desapercibida para los visitantes que acabaron por llamarle “el guardián de la puerta”. Y allí sigue todavía esperando el momento de poder colarse y disfrutar de aquel lugar que recuerda como maravilloso.
Nota: Gracias a Senior Citizen que me regaló la fotografía que inspiró este pequeño relato.
24 Comments:
No me negaréis que está "chuli" el cuento de Abedugu ¿verdad? No digo yo que para premio Nobel, pero sí para el Príncipe de Asturias, que le cae más cerca.
Por supuesto que sí. Está muy tierno el relato y la foto, increible. Enhorabuena y Abrazos
El Premio Nobel de Literatura es uno de los 5 premios específicamente señalados en el testamento del millonario escandinavo Alfred Nobel.
El premio Nobel de literatura 2011 se otorgará a la escritora asturiana Leodegundia.
”Por la delicadeza al escribir sus cuentos, por las imágenes preciosas que va publicando, por su narrativa clara y sencilla”. Será acompañada por Senior Citizen...
Y de paso les veremos las caras a ambas.
Un abrazo
No se es para Nobel, yo lo encuentro precioso, pero para enternecer y ayudar a ser mejores y mas tiernos con los animales, seguro que si.
Un abrazo
A mi tambièn me ha gustado mucho, Leo. Lo he leido del tiron y sin darme cuenta ya había acabado, yo diria que hasta me supo a poco :)
Seguro que luego me paso de nuevo por tu blog a releerlo jajaja.
besos encanto , feliz dia
Nada más triste que tener lo deseado a mano y no poder tocarlo. Al final del relato le acaba a una dando pena el "guardián".
Es como alma en pena a la que se niega el pase a la gloria, en este caso, al jardín.
Me ha encantado el relato, Leo.
Espero que nos regales más en adelante.
Besos
Senior Citizen - :-) Vale lo de “chuli” pero con lo del Príncipe de Asturias “te has pasao”.
Ligia – El relato es del estilo de los que yo contaba a mis sobrinos cuando eran pequeños e insaciables a la hora de escuchar historias y en cuanto a la foto a mi me parece preciosa.
Unjubilado – Jaja, tú también “te has pasao” y lo de vernos las caras a Senior y a mi “paezme que no”.
Cani – Eso es Cani, a ver si alguien se asusta lo suficiente temiendo ser reencarnado en gato y empieza a tratarlos mejor.
Merchi – Es lógico, es cortito, así que se acaba enseguida. Me alegra que te haya gustado.
Trini – Si, en este caso creo que un poco merecido el castigo, bueno, bastante merecido por tratar mal a los gatos, aunque al final si yo lo encontrara en la puerta con esa nueva imagen de gatito precioso, seguro que le dejaría entrar en el jardín.
Qué bonita leyenda, Leo.
Azusa - Me alegra que te haya gustado.
:-) ¿Ya volviste a publicar en el blog o sigues desaparecida?
Has sabido recuperar lo que tiene de mágico el lenguaje de los cuentos. Cuando nos hacemos mayores, nos olvidamos que es la imaginación la que permite franquear las puertas.
Coincido en que nos has de regalar historias con más frecuencia. Mi enhorabuena por vencer ese pudor creativo y explorar el terreno del cuento ; que como la puerta, comporta no solo el mirar sino el traspasar.
Un abrazo
Me gusta el cuento. Últimamente me cuesta hacer de juez, no me gusta decidir si alguien merece un castigo. Pero en este caso el vigilante comete varios pecados. Es cruel con quien no se puede defender, no disfruta del jardín y desprecia a quien le advierte.
¿Se merece volver convertido en gato? Pues creo que no, ser gato es un privilegio.
la fotografia que ni caida del cielo y el cuento no puede expresar con más claridad tu amor hacía los animales en especial, a los gatitos.
Se trasluce la ilusión y pasión que pones al redactarlo, lo vives.
Yn abrazo Guillermina
Realmente es una foto que inspira un cuento. Yo le estoy dando vueltas a uno con Lana, mi gata, haciendo guardia y calentándose con el aire que sale del costado de mi portátil.
Un día pondré su foto en mi blog junto a ese futuro cuento; se lo merece. Por cierto, tu relato me ha gustado y se ajusta a la foto como anillo al dedo.
Un beso.
Marian – Quizás no tendría que haber perdido la costumbre de inventar cuentos cosa que fue muy corriente en mi hace años cuando mis sobrinos eran pequeños y comían muy mal, pero la foto que me regaló Senior Citizen me hizo volver a aquel tiempo.
Pero ¿cómo no tener pudor de enseñar mis cuentos después de leer lo que tú escribes? Eso si es escribir.
Salamandra – Como tú dices, ser gato es un privilegio pero supongo que sólo para los que nos gustan y amamos a estos animales, pero para el vigilante que los odiaba creo sería un buen castigo sobre todo si podía recordar lo que sentía cuando era un hombre y comprendiera ahora que posiblemente recibiera el mismo trato que él había dado a esos gatos.
Guillermina - :-) Es cierto, al fin y al cabo el castigo que le propiné al vigilante en el cuento se lo desearía a algunas personas de carne y hueso que maltratan y odian a los gatos callejeros sin ningún motivo.
Francisco Vila Fuentes – Pues espero que lo escribas, cosa que a ti no te resultará difícil y estaré encantada de leerlo, así que anímate.
Epílogo con el permiso de la autora.
Cuando el gato traspasó por fín la puerta, se encontró con un concejal del Ayuntamiento que celebraba una boda civil. Había pasado tanto tiempo esperando que, mientras, el Carmen de los Mártires ya estaba destinado a otras actividades propias de la época.
Leo :-) me encantó tu relato, cuando menos se lo esperen ese guardían los pilla despistados y descansa en su jardín.
Con lo listos que son los gatos jeje, a mi me encantan.
Besos.
un bonito y entrañable cuento, de esos que se les cuentan a los niños, !!me encanta!!de verdad.
Buén finde
Biquiños
Senior Citizen – :-)Tiene usted permiso de la autora.
Y comentando su epílogo le diré que me imagino la desilusión que se llevaría el gato al ver en que habían convertido los nuevos tiempos un lugar tan maravilloso.
Oréadas – Pues si hacemos caso al epílogo de la autora de la foto, el gato no debió de sentirse muy feliz al lograr por fin entrar en el jardín.
Maca – Me alegra que te haya gustado ¡la de cuentos que yo tengo contado a los niños!, pena que sólo puse por escrito dos o tres, los otros se perdieron en el tiempo.
Bonita colaboración entre gatas, digo bloggeras...
Abrazos.
Que bonito!
Un cordial saludo Leo.
Una hermosura de cuento que atrapa hasta el final, la moraleja está bien aplicada y el nombre mejor aún. Lo que puede una foto! Besos
Tawaki - :-) Gatas o bloggeras que más da si la colaboración es buena.
José Antonio G, Villarrubia – Me alegra que te haya gustado, gracias.
Rosa María - :-) Mis cuentos siempre llevan moraleja, una costumbre que me viene de cuando se los contaba a los niños ya que para ellos es una buena forma de aprender.
Hermoso cuento y moraleja. La foto es preciosa pero no todo el mundo tiene imaginación para inspirarse en ella. Tu la tienes y relatas bien.
Un fuerte abrazo.
Chela - Me gustó tanto la foto que enseguida pensé en hacer un cuento basándome en ella.
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