Almas viajeras
En nuestro país quizás los que tienen fama de ser más viajeros son los gallegos, existe la creencia de que vayas a donde vayas y sea lo lejos que sea, allí te encontrarás con un gallego; eso si, los gallegos pueden ir hasta el fin del mundo, pueden echar años y años lejos de su tierra pero seguirán siendo gallegos hasta la médula y jamás olvidarán ni su lengua, ni sus costumbres, ni sus tradiciones y aventuraría más, ni siquiera su acento.
Hace muchos, muchísimos años, una monja gallega que debía de tener la Biblia como libro de cabecera, nada raro en una monja, decidió un buen día emprender un largo viaje para visitar todos los lugares que en ella se citaban. No hay duda de que era una mujer a la par que valiente, culta, rica y perteneciente a un nivel social bastante alto, pues de otra manera posiblemente nunca hubiese podido emprender dicho viaje. Podemos interpretar que era persona importante porque durante su recorrido fue recibida por obispos, fue bien acogida por los monjes en los monasterios y al cruzar por zonas consideradas peligrosas era escoltada por los soldados, lo que nos indica que poseía un salvoconducto, algo similar a un pasaporte, que le garantizaba la seguridad durante el viaje. Los caminos a seguir fueron los formados por la red de calzadas romanas que prácticamente permitían recorrer todo el mundo conocido, pernoctaba en las posadas o en los monasterios en donde tomaba buena nota de su forma de vida y de los ritos que empleaban en sus rezos nada se le escapaba a esta observadora mujer que tomaba buena nota de todo lo que oía y veía.
El primer lugar que decidió visitar fue Jerusalén, esto sucedía aproximadamente en el año 381, para ello tuvo que recorrer el norte del país, el sur de la Galia y el norte de Italia en dónde embarcó para cruzar el mar Adriático dirigiéndose luego hacia Constantinopla y desde allí tomo rumbo a Jerusalén, donde Biblia en mano recorrió los santos lugares.
A continuación visitó Jericó, Nazaret, Galilea y Cafarnaúm. No se limitaba a mirar y a observar impresiones, de todo ello tomaba buena nota escribiendo cartas a las que habían sido sus compañeras en el convento de Galicia, cartas que no se si nunca recibieron pero que acabaron formando un libro titulado “Itinerarium”.
Después de pasar un tiempo en la zona, Egeria, que así se llamaba la monja, decide, a pesar de las críticas que recibía de algunos sectores que no veían bien que una mujer sola viajara por el mundo disfrutando de una libertad totalmente desconocida en el género femenino, emprender de nuevo el viaje, esta vez hacia Egipto, en dónde visita Alejandría, Tebas, descubre el río Nilo tan importante para la vida en Egipto, conoce el Mar Rojo y el Monte Sinaí. Regresó a Jerusalén con intención de retornar a su tierra, pero aprovecha para visitar Antioquia, Edesa, se adentra en Mesopotamia, cruz el río Eufrates y quiso pasar de Siria a Persia, pero ahí no se le permitió la entrada por lo que tuvo que poner rumbo de nuevo a Constantinopla decidida ya, después de tres años de viaje a regresar a casa.
Pero si su vida antes de emprender el viaje está sumergida en el misterio, con su final sucede lo mismo, no se sabe si logró regresar a Galicia o si se puso enferma y murió en algún lugar del camino o si con el deterioro del imperio romano y las incipientes invasiones bárbaras los caminos se hicieron peligrosos y ella nunca pudo regresar. Esto podríamos haberlo sabido si la recopilación de sus escritos en su obra “Itinerarium” se hubiera conservado completa, pero parece que los duendes decidieron que se perdieran precisamente las primeras y la últimas hojas dejando el principio y el final del viaje sumido en una espesa niebla.
No fue hasta 1884 en que el investigador Gian Francesco Gamurruni lo encontró en la Biblioteca della Confraternità dei Laici, en Arezzo. Es una pena que no se haya conservado completo pues sería una lectura de lo más interesante, pero por otra parte, ese misterio que envuelve tanto el comienzo como al final quizás le otorga aún más encanto.
NOTA: todas las litografías son obra de David Roberts.
14 Comments:
Muy interesante el itinerario de la monja, que por otro lado, bien es verdad que era atrevida, en aquellos años viajando sola. Son vidas llenas de incógnitas que pueden dar lugar a miles de preguntas que se quedarán sin resolver. Un abrazo
Admirada, sorprendida y por qué no decirlo "envidiosilla" de tan fantástico viaje.
Efectivamente es una pena no saber el origen y final de tan bella aventura.
Me ha encantado tu relato, como siempre, mi parte de "alma gallega " y viajera te da las gracias.
Las litografías son una belleza.
Curiosamente hoy suena un fado en mi blog, coincidencia???
Abrazos viajeros.
Muy interesante y bonita la historia de esta monja, desde luego era muy valiente y aunque me fastidie un poco las incógnitas, el misterio también su encanto.
Un abrazo
Gracias por tu entrada sobre la monja gallega. Las peregrinaciones permitían una movilidad que, normalmente, era muy limitada. Es curioso que la peregrinación a La Meca, el "hajj", haya hecho tanto por fomentar el viaje entre los musulmanes. Con menor repercusión numérica, al no ser obligatorias, el cristianismo también contribuyó al espíritu viajero, fuese camino a Jerusalén, a Roma o a Santiago.
Los relatos de los viajeros son una fuente inestimable para el investigador del pasado. Por ejemplo, los relatos de los viajeros extranjeros a España son fundamentales para el historiador de cualquier época.
Si tenéis curiosidad por las experiencias de algunos viajeros, os recomiendo a los hispanos medievales Ibn Batuta y Benjamín de Tudela. Y, por supuesto, al gran Ibn Jaldún, el autor de una de las mejores obras históricas de la Edad Media: "Al-Muqaddimah", conocida en castellano como "Introducción a la historia universal". Ibn Jaldún fue un hombre inteligentísimo, y su obra es una joya no demasiado leída. Fue un historiador preocupado por las causas, un buen investigador, y un fino analista completamente desligado del fatalismo.
Un saludo para todos, y gracias de nuevo, Leodegundia.
La "Saudade y las Meigas y Meigos" son alimentos del alma gallega y nuestro acento es como el aroma delas rosas, jamas se pierde.
Mi querida profesora, la protagonista, Egeria, una mujer valiente. Ese viaje en aquellas época (y hacerlo solo en la actualidad, no te se yo..., era altamente peligroso. ¿Sabes que me sugiere lo de que su "Itinerarium" este sin los capítulos iniciales y finales? Pues esa etiqueta que nos ponen a los gallegos: "En medio de una escalera, no se sabe si bajan o suben". No sé por qué.
Besos, llenos de rosas.
¡¡ Ni más ni menos que 3 años de viaje !! Ni siquiera hoy en día alguien podría hacer tal cosa.
Admiro la valentía de esta mujer, sobre todo por pertenecer a una época en la que era prácticamente impensable que una mujer pudiera hacer semejante hazaña sin la compañía de un valeroso y fornido caballero al que cederle absolutamente todo el mérito y protagonismo del viaje.
Ayss ya me imagino a un gallego muy querido por mi buscando "Itinerarium" para devorarlo.
Besitos querida Leo :-)
Impresiona no sólo el viaje, si no también el que lo hiciera en aquella época tan compleja y peligrosa.
Desconocía totalmente lo que narras en tu escrito y me ha parecido totalmente apasionante lo que hizo Egeria por su fe y, sobre todo, por sus ansias de conocimiento.
Al fin y al cabo es ésto último lo que nos hace movernos, buscar y, en cierta manera, encontrar parte de nosotros mismos en cada uno de los lugares que visitamos.
No hay duda de que me haré con el libro.
Salud
Que persona tan intrepida, me choca que sea una monja la que decide viajar sola y su congregación no le ponga impedimentos, supongo que sería como un viaje de misiones o algo similar.
Un abrazo.
Es una pena no poder conocer el final de la aventura de esta mujer,. Valiente mujer. Se nos hace raro que una mujer viajara sola, por esas tierras, en aquellos tiempos. Afortunadamente, dejó escrita parte de su itinerario, para dar fe de ello.
Quizá, quién sabe, algún día se encuentren las páginas que faltan.
Besos
Aplausos por tu escrito y elarte de tu blog
Ligia – Ha que reconocerle mucho valor pues en aquellos tiempos la zona por la que viajó estaba bastante revuelta, pero está claro que el que quiere hacer algo lo lleva a cabo sea en las condiciones que sea.
Fuga – Tienes razón, las litografías son una belleza, al menos así lo creo y me pareció que quedaban bien acompañando este relato.
Javier – Yo hubiera preferido que su obra estuviera completa, pero la falta del principio y del final le da cierto misterio.
Mado – Esta monja no sólo viajó, ella estudiaba lo que veía y tuvo la inteligencia suficiente como para ir escribiéndolo todo, ritos que se empleaban en los distintos monasterios que visitaba, costumbres, formas de vestir, paisajes y también prestó atención a las comidas.
Tomo nota del libro que dices para ver si lo encuentro. El que tú mencionas en tu blog no logré encontrarlo y lo siento un montón.
Meigo, aprendiz de druida - :-) Muy buena la etiqueta que citas, pero en este caso creo que la pobre Egeria no tuvo intención ninguna de que nadie supiera si subía o bajaba, al parecer su obra no se guardó como se debía y se perdieron varios folios.
En cuanto al acento, yo diría que primero se pierde el aroma de las rosas que el acento de los gallegos.
Muyerina – No sabes cuanto me alegra que esta vez pasaras por mi casa y alzaras la voz, se que otras veces pasas pero en silencio.
Tienes toda la razón, jaja, mira que viajar sin un “valeroso y fornido caballero”, si es que las hay atrevidas.
Darilea – Pues me pega que el gallego muy querido por ti se quedará sin el libro, pero si lo encuentra que me diga en dónde lo localizó porque yo lo intenté y nada de nada.
Charles de Batz – Al parecer una de las cosas que pretendía, porque ella misma se definía como curiosa, era comprobar que los lugares que se describían en la Biblia se ajustaban a la realidad. Al parecer cuenta que cuando llega a las orillas de Mar Muerto, el obispo que la acompañaba le señaló el lugar en donde la tradición decía que estaba la famosa estatua de sal en que quedó convertida la mujer de Lot y ella escribe en una de sus cartas: “Creedme, venerables señoras, por más que miré sólo vi el lugar donde estaba la estatua; de la estatua misma ni el menor vestigio”
Si eres capaz de encontrar el libro avísame porque yo lo intenté y fracasé estrepitosamente.
Marian – Bueno, los conventos no se regían como ahora, las mujeres que ingresaban en ellos si eran de posición elevada y tenía dinero gozaban de unos privilegios especiales y parece ser que Egeria los tenía.
Trini – Difícil será que se encentren los folios que faltan, pero teniendo en cuenta que en los archivos y bibliotecas hay tantos códices, pergaminos y papeles de todo tipo llenos de polvo y olvidados, quizás alguna vez alguien de con ellos.
Mi despertar – Gracias, eres demasiado generosa, yo sólo cuento lo que leo si es que me gusta.
Preciosas litografías e interesante historia. Es posible que alguien arrancara las tapas del libro, deshaciéndose del resto del libro, y que por eso falten precisamente esas páginas.
Yo soy del grupo de los viajeros, pero una cosa es hacerlo por placer y otra por necesidad, como seguramente les sucedió a tantos y tantos gallegos.
Un abrazo.
Muy interesante este viaje (por todas las características de la historia) y ojalá se supiera ese final que quedó perdido en el misterio de los años. Qué valentía la de esta mujer!!
Muy buen post.
Saludosss!!!
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