Roma, Ciudad Eterna

Aceptando una invitación, me encuentro en Roma acompañada de dos amigos que son las personas idóneas para visitar esta ciudad en donde la historia y el arte están presentes en cada rincón, en cada calle, en cada plaza; a cada paso que se da surge una sorpresa: una iglesia, una fuente o un palacio, que nos llevan de una época a otra sin sentirse por ello agobiado, lo único que se siente es un gran deseo de poder abarcarlo todo, de empaparse de su historia, de asimilar todo el arte que encierra y de disfrutar de un lugar que no tiene rival.

Como en cualquier otra ciudad, en Roma hay ciertos monumentos que son más representativos y que hacen que sea conocida incluso por aquellos que nunca la visitaron, es el caso del Coliseo, la Fontana di Trevi, el castillo de S. Ángelo o el Foro.

Como no se puede abarcar toda la ciudad en un solo viaje, nos dedicaremos a visitar uno de los barrios más interesantes, Campidoglio o Capitolino. Aunque es una de las elevaciones más pequeñas de Roma, el Capitolino constituye una de las colinas más emblemáticas de la ciudad. Sinónimo de “centro del poder” desde la antigüedad, hoy es sede del gobierno municipal.

En tiempos de la Roma antigua, esta zona era el centro de la vida religiosa y política de la ciudad. Frente al Foro, que le servía de acceso, se alzaban el templo de Júpiter Optimo Máximo – erigido en el s. VI a.C. por el rey etrusco Tarquinio el Soberbio, este edificio era considerado por los romanos como la primera morada del dios después del cielo. Durante la celebración de las victorias, los generales se dirigían hacia el templo vestidos de oro y púrpura y llevando en la mano un cetro de marfil coronado por un águila, símbolo de Júpiter - y el templo de Juno Moneta. En la edad tardo-republicana se construyó el imponente Tabularium, sede del archivo estatal, sobre el que se edificó más tarde el Palazzo Senatorio y junto al templo de Júpiter, en el flanco que da a la actual vía della Consolazione, se suele localizar la legendaria Rupe Tarpea, desde la que se arrojaba a los traidores de la patria.

Nos encontramos ahora ante la Scalinata d’Aracoeli. En 1346, una epidemia de peste asoló Italia. Roma se salvó milagrosamente y los romanos construyeron esta escalinata como exvoto. La primera persona que la subió fue Cola di Rienzo. Como el papa residía en Aviñón, Roma estaba en manos de las familias nobles y la anarquía era la protagonista, así que Cola di Rienzo se propuso restaurar la grandeza romana y desde la cima de esta escalinata, vestido como un emperador, arengó al pueblo con sus discursos, pero no le duró mucho su nueva carrera pues encontró la muerte en el transcurso de un motín a manos de un servidor de la familia Colonna. Si logramos subir la empinada escalinata, gozaremos de una maravillosa vista de las cúpulas de San Pedro, de la Sinagoga y de las iglesias de S. Andrea della Valle y del Gesù.

En esta área se encontraba el templo de Juno Moneta. Según una leyenda, en este mismo lugar, La Virgen y el Niño se aparecieron al emperador Augusto cuando éste acudía a la sibila Tiberina para saber si algún día existiría un hombre más grande que él. Coronando la cima de la escalinata podemos ver la iglesia de Santa María d’Aracoeli, de austera fachada de ladrillo y adornada con dos rosetones góticos y una portada renacentista.

Podemos ver ahora que la Scalinata queda a nuestra izquierda y enfrente se encuentra la “cordonata”, el diseño fue hecho por Miguel Ángel, aunque no se respetó en tu totalidad. Los dos leones que custodian la entrada son obras egipcias encontradas en el Campo de Marte. Se instalaron en esta escalera en 1582. Giacomo della Porta los transformó en fuentes y hubo un tiempo en que durante los días de fiesta, de uno de los leones manaba vino tinto y del otro vino blanco. Subiendo por la cordonata, y al final de la misma nos encontramos con las estatuas de los Dióscuros, dos caballeros, de pie junto a sus caballos que nos franquean el paso a la Plaza del Campidoglio, elegante y majestuosa de forma trapezoidal, está flanqueada por tres palacios: Senatorio, dei Conservatori y el Nuovo. En el centro se encuentra una copia de la estatua de Marco Aurelio, el original se expone en el Palazzo Nuovo.

Nos adentraremos ahora en el Palazzo dei Conservatori para recorrer sus salas en donde podremos disfrutar de una buena colección de obras de arte. En la Sala de los Horacios y los Curiacios, los frescos que decoran los muros son tratados como tapices y recogen algunos episodios del nacimiento de Roma. La Sala de los Capitanes, así llamada por las estatuas de los generales del Estado Pontificio, Marco Antonio Colonna y Alejandro Farnesio que en ella se exhiben. Pasamos a la Sala de los Triunfos, en donde mis acompañantes se ven atraídos por un magnífico retrato en bronce y yo curiosa los sigo pues estoy segura que esa atracción me va a proporcionar unos momentos deliciosos, Caboblanco conoce al personaje representado y contará su historia y Turulato dado su amor al arte explicará con detalle las características de la obra.

No se pueden encontrar mejores compañeros para un viaje como este en donde la Historia y el Arte están presentes en todo momento, así que os recomiendo que les hagáis una visita para que vosotros también podáis disfrutar como yo de este estupendo recorrido.