El rincón de Leodegundia

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miércoles, diciembre 15, 2010

Navidad 2010



“Díjoles el ángel: No temáis; os traigo una buena nueva, una gran alegría, que es para todo el pueblo, pues os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías Señor, en la ciudad de David.” Lc. 2,10-11


Leodegundia os desea, como todos los años, que vuestra alma se llene de paz y alegría, vuestro cuerpo de salud, vuestros bolsillos de dinero y vuestro corazón de amor y que la felicidad os acompañe siempre.


domingo, diciembre 05, 2010

Adiós, Navidad, adiós



Querida Navidad cada día siento más pena al ver como se te acorrala con la intención de llegar a conseguir tu eliminación total. Leo con tristeza que los socialistas pretenden prohibir los belenes en todos los colegios públicos de mi ciudad incluso saltándose el derecho de la mayoría, pues basta que con que un padre no lo quiera ver allí para que todos los demás padres tengan que aceptar que quede desterrado y no pueda hacer las delicias de los niños que nada entienden de politiqueos.

Primero se aceptó de buen grado, aunque no por mi parte todo hay que decirlo, la intromisión de ese gordo vestido de rojo que a cada poco suelta una estúpida risa y que fue comiendo terreno a nuestros queridos Reyes Magos y todo por la disculpa de que él llegaba antes y los niños pudieran disfrutar más tiempo de sus regalos navideños, como si un año no fuera un año aunque se empiece a contar desde la fecha que sea. ¿Dónde quedaron aquellas maravillosas noches en las que los niños aguzábamos el oído para poder oírlos llegar pero que siempre el sueño nos vencía y por lo tanto su llegada seguía otro año más en el misterio de saber como se colaban en nuestras casas? La mañana de Reyes era la única en la que no poníamos ningún reparo en madrugar, nos abalanzábamos sobre el zapato que habíamos dejado limpio y relimpio para recoger esos juguetes que no siempre eran los que habíamos pedido pero que, encontráramos lo que encontráramos, nunca nos sentíamos desilusionados.

Y ahora eso ya nos les basta a algunos, ahora quieren también apartar a un lado nuestro querido belén, ese que construíamos con tanto cariño y trabajo, todo hay que decirlo. El primer día salíamos a buscar musgo, piedras, tierra y pequeñas ramitas que servirían para figurar que eran árboles. Luego se discutía donde tenía que ir el portal, por donde tendría que discurrir ese río de papel de plata que muchas veces se desplazaba y teníamos que volver a colocar en su sitio pero que con esos desplazamientos nunca se ahogaba nadie, en los huertos que hacíamos con la tierra recogida y en la que se plantaban lentejas pues crecían con rapidez y enseguida se veía la cosecha, luego el musgo que hacía las veces de prado y allí colocábamos las ovejas que teníamos que clavar con fuerza pues si no muchas se caían patas arriba, no podían faltar los pastores, un pozo, cerdos, patos y gallinas y a veces en lo mas alto un castillo. Pero lo más interesante eran quizás esos tres reyes que iban por el camino y a los que todos los días adelantábamos un poco para ir acercándolos al portal en donde se encontraba lo más importante, las entrañables figuras que nunca podían faltar: San José, la Virgen, el Niño Jesús, y el buey y la mula que le daban calor.

Cuantos villancicos cantábamos ante el nacimiento, la mayor parte de las veces totalmente desentonados, pero eso si, ruidosos a golpe de castañuela y pandereta. Eran días felices, alegres, donde no faltaba la ilusión, esa que todos los años se renovaba como si fuera algo nuevo cuando en realidad era algo repetido año tras año, muchos antes de haber nacido nosotros y con la idea de que continuara muchos después, incluso cuando nosotros ya no estuviéramos aquí para celebrarlo pues jamás se nos pasó por la cabeza que algo tan hermoso pudiera ser atacado y devorado por esas personas a las que no les importa que los niños pierdan la ilusión de una fecha tan especial convirtiéndolos en unos materialistas, meros consumidores de regalos pero sin un ápice de fantasía.

Adiós, Navidad, adiós, nunca creí que pudiera llegar a ver algo así y tener que despedirme de ti, pero el ogro devorador de todo aquello que le huela a religión tiene prisa por eliminarlo todo y en ese todo van también esos belenes y los días de ilusión que aportaban.