El rincón de Leodegundia

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domingo, junio 24, 2012

Isla fluvial



De nuevo nos vamos de viaje, ya hace buen tiempo y dado que el panorama en el país no es muy bueno, creo que necesitamos relajarnos un poco así que aceptaremos la nueva invitación que nos hace Tawaki y nos iremos a visitar una isla.

Cuando se habla de islas inmediatamente las situamos en el mar, pero esta vez no va a ser así, nos iremos a una isla fluvial. Tomemos el avión sin más demoras.


Y ahí la tenemos, es la isla Margarita, en medio del río Danubio, el que divide a la ciudad de Budapest en dos, Buda y Pest. Tiene una longitud de 2,5 kilómetros y está situada entre dos puentes, el Margaret y el Árpád


Esta isla que no llega al kilómetro cuadrado de superficie, está bien aprovechada ya que en ella hay desde jardines hasta un monumento, un pequeño zoo caracterizado por una amplia gama de aves acuáticas, un pabellón para conciertos al aire libre, una torre y establecimientos deportivos.

Si alguno quiere recorrer la isla de forma descansada puede utilizar el autobús, pero dado que lo que queremos es relajarnos un poco creo que lo mejor será disfrutar de los jardines dando un placentero paseo.


Y aquí mismo podemos ver el monumento conmemorativo del centenario de la unificación de la ciudad rodeado de un bello jardín


Si alguno eligió el autobús tomará esta ruta


los que decidimos pasear por el jardín lo haremos por caminos entre flores disfrutando de su belleza y de la tranquilidad que se respira en este lugar




lo que se ve allá en el fondo es la Torre del Agua. De 57 m. de alto y de estilo art nouveau, fue construida en 1911. Hoy en día se utiliza como mirador y como sala de exposiciones temporales


si alguno está cansado del paseo podemos detenernos un momento bajo la sombra de este precioso árbol


continuamos el paseo entre flores


y nos acercamos a la fuente, conocida como Fuente de la Música, porque en ella se realizan espectáculos en los que el agua, la luz y la música se combinan de forma deliciosa. Pena que llegamos demasiado pronto para poder disfrutar del espectáculo, así que nos tendremos que conformar sólo con la fuente.


y para despedirnos veremos algunas flores mas de cerca



flores que agradecen nuestra visita y miran al cielo para decirnos adiós.



NOTA:  Menos las dos primeras, todas las fotos me fueron cedidas por Tawaki.

domingo, junio 17, 2012

La fuente baja

En la Plaza Daoiz y Velarde, casi escondida en una esquina, hay una fuente que quizás muchos ovetenses ni siquiera conozcan por no haber reparado en ella.



Está situada en el ángulo que forma el Palacio del Duque del Parque, hoy del Marqués de San Feliz, y las caballerizas.



La fuente está por debajo del nivel de la plaza y rodeada por una verja y para acceder a ella es necesario descender varios escalones pues se encuentra a dos metros por debajo del nivel de la plaza




Esta fuente está edificada con bloques de sillares y se llama Cañu del Fontán. Está datada en 1657 y se creó para suministrar agua potable en la zona de un pantano que se desecó y en su lugar se creó lo que hoy es el popular mercado del Fontán.


En la parte alta hay un florón con una cruz que ya apenas si se ve y en la parte inferior hay dos caños y no uno como se podría pensar por el nombre de la fuente, situados en el centro de unas rosetas labradas en la piedra.




Esta popular fuente fue sepultada a principios del siglo XX porque se decía que afeaba la fachada del palacio, pero en 1988 durante el mandato del alcalde Antonio Masip fue recuperada y restaurada


Como habréis apreciado por las fotos para poder beber de ella es necesario arrodillarse y casi tocar con la cabeza en el suelo y esto fue lo que propició que el poeta y periodista Luis de Tapia hiciera estos satíricos versos:


Caño de tan bajo trazo
hacía al mas alto ser
doblar el recio espinazo
al inclinarse a beber.

Y tan humilde ejercicio
iba quitando, en verdad,
a muchas gentes el vicio
de su altiva vanidad.

En Oviedo cuando alguno,
por su abolengo y su prez 
presumía, inoportuno,
de mal fundada altivez
la turba de gente nueva
decía de tal truhán
“hay que llevalu a que beba
en el cañu del Fontán”.

domingo, junio 10, 2012

Mi homónima


La primera vez que me encontré con el nombre de Leodegundia fue leyendo un libro de historia sobre la monarquía asturiana. Nombraba a Leodegundia como hija del rey Ordoño I y apenas volvió a ser nombrada en toda la obra. Pero me gustó el nombre y lo tomé prestado cuando decidí abrir un blog.

Tiempo después, como la lectura de la historia era y sigue siendo una de mis aficiones favoritas, volví a encontrarme con la princesa Leodegundia y esta vez con un canto escrito en su honor con motivo de su boda.

Al parecer es el epitalamio con música mas antiguo de Europa. Este epitalamio contiene un acróstico; con las letras iniciales de cada estrofa se forma la frase “Leodegundia pulchra Ordonii filia” o lo que es lo mismo: “Leodegundia bella hija de Ordoño”

No se sabe con certeza el nombre del marido de Leodegundia, se sospecha que pudiera ser Fortún Garcés o Sancho Garcés, lo que si se puede dar por cierto es el matrimonio de esta hija de Ordoño I con un rey de Pamplona ya que el texto del poema no deja lugar a dudas, Leodegundia fue recibida en Pamplona como reina o como para reinar en breve.

Por el poema se pueden conocer algunos datos  de esta princesa, como por ejemplo que era culta ya que en la estrofa III dice:
Ornata moribus eloquiis claram eruditam litteris sacrisque
misteriis conlaudetur cantus suaui imniferis uocibus

Aunque estemos hablando del siglo IX se sabe que en la corte de Ordoño I hubo una preocupación intelectual y posiblemente una academia palaciega. La existencia de estudios en las cortes de los reyes asturianos parece confirmada no sólo en tiempos de Alfonso III, hermano de Leodegundia, si no también de Bermudo I.

Se puede saber también que era mujer bella pues aunque en estos casos lo de alabar la belleza de una mujer era lo habitual aunque no lo fuera en exceso, en este caso utilizan no sólo la palabra “pulchra” (bella) en el acróstico si no que, en la estrofa XII emplean el superlativo “pulcherrima” (bellísima) lo que no sería correcto emplear para alabar a una novia que no lo fuera porque sonaría a sarcasmo
Pulcherrima nimis audi modulamen tibiale dulciter quod electo canimus
deprecantes deprecamur ut famulos audias.

La relación del reino de Asturias con el de Navarra no se limitó a esta boda, Alfonso III se casó con la princesa navarra Ximena.

Pero volvamos al epitalamio. No se sabe quien fue el autor pero se supone que fue un clérigo, quizás un monje de uno de los monasterios navarros que eran los centros de la cultura de entonces. La composición la integran ochenta y cinco versos distribuidos en estrofas y está escrito en latín. Al parecer sólo hay una traducción de este canto hecha por Armando Cotarelo que en opinión J. E. Casariego, de donde tomé la mayor parte de los datos, está “excesivamente hinchada de retórica”, por lo que él da una versión relativamente libre, según sus propias palabras, pero recogiendo lo que de valor histórico se contiene en el texto.

De todas formas yo trasladaré aquí la traducción de Cotarelo pues aunque nos parezca, como dice Casariego, con excesiva retórica, creo que no distaría mucho a como tuvo que sonar hace ya tantos siglos. Por supuesto el acróstico se pierde con la traducción.

Pero antes decir que a principios del siglo X se sabe de una Leodegundia, monja en el Convento de Bobadilla (Bobatella), que se ocupaba en copiar códices y que pudiera ser nuestra Leodegundia que viuda y sin hijos dejó el país navarro terminando sus días en este convento. En uno de esos códices hay una nota puesta por ella que dice:
“O uos omnes qui legiritis hum codicem mementote clientula et exigua leodegundia qui hunc scripsi in monasterium bobatelle regnante adefonso principe in era DCCCCL quisquis pro alium orauerit semetipsum domino commendat” 


Versi Domna Leodegundia regina

I
Brote copioso raudal de dulces loas, tan dulces como los arpegios de la flauta, y batamos palmas celebrando jubilosos a la excelsa hija de Ordoño, Leodegundia.
II
Flor preciadísima de famosa estirpe regia, ornamento de la alcurnia de su padre, gloria encumbrada de la de su madre.
III
Con hímnicas canciones de alegre melodía alabemos sus virtudes esplendentes, su aclamada facundia, su peregrino saber en humanas letras y sagradas disciplinas.
IV
Siempre rutila en su rostro la belleza y en su gesto de señora la modestia y la gracia en todo cuanto toca son su mano ordenadora.
V
¡Feliz aquel que, a fuer de esposo, es dueño ya de la casta Leodegundia, de Dios bendita y de los hombres santamente amada!.
VI
¡Gozáos sus bienhadados familiares!. ¡Gozáos otra vez y otra!. Y entonad un cántico de blando ritmo a vuestra nobilísima matrona.
VII
Un canto que, escalando como una oración las celestes cumbres, alcance para ella el don de perdurable dicha, el premio de robustos y fecundos hijos y el consuelo de constantes amistades.
VIII
Tomen sus plectros los diestros citaristas y pueblen los aires con gratas armonías tetracordes en honor de Leodegundia.
IX
¡Pamploneses, load a Leodegundia; loadla unidos en concertado coro, al compás de las melosas tibias y las liras resonantes!.
X
Loadla sin cesar. Su corazón hidalgo os ama cual si fuerais de antiguo cosa suya.
XI
¡Deudos, amigos predilectos!. Vosotros los que sabéis como es la hija muy amada reviven la sabiduría y majestad paternas, congratuladla también y aclamadla.
XII
¡Oh, tú, hermosa soberana! Escucha la dulce melodía que al son de apacibles caramillos cantan tus servidores.
XIII
Cantan que seas dichosa, de Dios sierva buena, de huérfanos y pobres soberana próvida, de todos tus súbditos reverenciada y obedecida.
XIV
Y que el cielo, con su luz resplandeciente, te dirija y que huya de ti la sombra del pecado, siempre observante de la santa ley, siempre grata al Altísimo.
XV
Canción digna de ti.¡Ea! Repetidla todos. No haya uno solo que se retraiga en este magnífico concierto de sonoras voces. Se alegrarán los que te aman.
XVI
¡Y cómo resuena el eco de la deliciosa sinfonía en las estancias de la mansión real!
XVII
Es la hora del festín. Ya los coperos preparan en vaso afortunado el suave néctar que ha de escanciar la reina, y en conveniente pátera la dulcísimo ambrosía que regocijará su rostro bello.
XVIII
Ya los íntimos y optímates ocupan sus puestos al lado de los reyes, en torno de la mesa repleta de manjares exquisitos.
XIX
Ya comienza el banquete. La cruz de Cristo bendice las regias viandas, destinadas también por ley piadosa a los mendigos.
XX
La oración de los humildes a favor de los reyes generosos es recibida siempre en las alturas.
XXI
Acudan ahora los cantores a presencia de los dignos comensales y al Dios por quien vivimos consagren las primicias de sus más delicadas melopeas.
XXII
¡Lejos de aquí las escandalosas canciones bufonescas de bárbara alegría! Comamos y bebamos loando al Señor.
XXIII
Sea, pues, para el Rey de Reyes el primer acorde de liras y de címbalos y el primer himno del coro que en este cenáculo se escuche.
XXIV
Y alaben después al excelente príncipe que nos ha concedido el amor de la esclarecida Leodegundia.
XXV
Canten así: ¡Vive feliz y en amistad de Cristo; gobierna en paz el heredado reino; jamás triunfen de ti tus enemigos!
XXVI
Sé fiel seguidor de la blanda ley de Dios, la ley que a los mansos y humildes conduce al reino eternal.
XXVII
Asiste piadoso y confiado al templo del Señor y allí llora y purifícate.
XXVIII
Allí elevarán tu mente los sublimes cantos religiosos; allí te confortará la palabra de vida que el Redentor del mundo donó a los que le aman.
XXIX
¡Oh, doña Leodegundia! ¡Salud! Que Dios te guarde siempre, y que tras dilatados días en compañía de los santos reines también en Cristo. Amén.

domingo, junio 03, 2012

Las dos cruces (2ª parte)

La Cruz de los Ángeles es la que figura en el escudo de Oviedo. Cruz griega con alma de madera de cedro, recubierta con láminas de oro. Partiendo de un círculo central, los brazos van ensanchándose progresivamente terminando en un remate recto. El anverso está recubierto de finísima filigrana que dibuja campos romboidales dentro de los cuales se albergan las piedras preciosas y los camafeos engastados al modo bizantino mediante anillos de metal.


En un principio la Cruz llevó el Alfa y Omega suspendidas de los brazos horizontales. Hoy no los lleva pero si se pueden ver en una reproducción en bajo relieve que se encuentra en el exterior de una de las paredes de Santa María del Naranco, obra mandada construir por Ramiro I sucesor de Alfonso II, como os muestro en esta foto.




En el reverso tiene dos sellos griegos además de un camafeo y una inscripción formada por letras de oro soldadas a la chapa en dos filas por brazo. La traducción es la siguiente:

Permanezca esto gratamente acogido en honor de Dios. Alfonso, humilde esclavo de cristo, lo ofrece. Con este signo se protege al piadoso, con este signo se vence al enemigo. Quien se atreviere a arrebatarme, excepto donde mi libre voluntad me dejare, sea muerto por el rayo divino. Esta obra fue acabada en la era 846 (año 808)

Esta Cruz tiene una leyenda que como todas las leyendas supongo que tiene su parte de verdad y su parte de fantasía. Os cuento:
Quería el rey Alfonso hacer una Cruz para el Templo de San Salvador y para ello reunió oro y piedras preciosas y buscó los mejores artífices para que la labraran como el deseaba. Un día, cuando salía de la iglesia se le acercaron dos jóvenes que le dijeron que habían oído que buscaba quien pudiera hacer una Cruz de oro y pedrería, que ellos eran orfebres y se ofrecían a hacerla si el rey estaba de acuerdo.

El rey aceptó y los instaló en una estancia de su palacio donde podrían trabajar. Ellos le pidieron que les dejara trabajar sin la presencia de nadie pues estaban acostumbrados a trabajar así, aceptó el rey y les entregó el oro y las piedras preciosas.

Al día siguiente, el rey despertó muy preocupado pues había entregado el oro y las piedras preciosas a dos jóvenes que no conocía de nada, así que envió a sus criados que fuese a ver que hacía esos jóvenes. Volvieron rápido los enviados diciendo que el aposento estaba cerrado con llave, pero que por las rendijas y la cerradura de la puerta se veía un gran resplandor.

Inmediatamente el rey se dirigió al lugar y vio la Cruz rodeada de una intensa luz y que los jóvenes orfebres habían desaparecido. Creyó entonces el rey que estos jóvenes eran unos ángeles enviados por el Señor.

Y como este rey lleva el mismo nombre que el rey que donó la Cruz de la Victoria, quiero aclarar que no era el mismo, aquel era Alfonso III y este era Alfonso II el Casto (791-842) y entre una cruz y otra, si os fijasteis,  hay cien años de diferencia.