Cuando visitamos lugares desconocidos, en muchas ocasiones nos acompañan unos guías locales que intentan mostrarnos no sólo las bellezas del lugar, sino darnos a conocer su historia, sus costumbres, sus leyendas... Entre estos guías supongo que como en todo los hay muy preparados y menos, pero también tengo la impresión de que su esfuerzo en estas explicaciones depende del interés que muestren los viajeros.
Cuando el viajero tiene interés toma nota de lo que le cuentan para luego comprobar por otros medios si lo que le contaron es cierto, pero estas comprobaciones no siempre se pueden hacer ya que no es fácil en algunos casos encontrar la información que se busca; así que hay que dar por bueno lo que nos cuentan y tomarlo como algo que posiblemente sí haya sucedido.
Y esto es lo que le pasó a Lucía cuando, visitando el Parque de Abel Tasman en el norte de la isla sur de Nueva Zelanda, se encontró con una roca muy curiosa que está situada en el borde del mar. La explicación que le dieron es la que yo os relataré a continuación, pero ni ella ni yo logramos comprobar si dicha explicación era cierta o sólo una historia más para turistas.

Como podéis ver en la foto, esta piedra que está muy bien colocada sobre otras muchas que le sirven de base, está dividida en dos. En un principio cuando no estaba dividida recibió el nombre de “La roca de la manzana”.
Esta roca era sagrada para los maoríes, pero como sucedió en muchos casos, cuando el “hombre blanco” llegaba en plan de conquista no había piedra por muy sagrada que fuera que quedara intacta.
En este caso fue el Capitán Cook el que tuvo el “honor” de quitarle el título de sagrada a “La roca de la manzana”. Tras varios intentos de desembarcar en esa playa y siendo rechazados todas las veces por los maoríes que defendían con ahínco su tierra, el Capitán Cook perdió la paciencia y ordenó bombardear la roca para demostrarles a los lugareños lo que les podía pasar si no cejaban en su empeño.
En una muestra de buena puntería, el cañonero del barco acertó justo en medio de la roca y la partió en dos, con lo cual la "Roca de la Manzana" pasó a ser "la Manzana Partida". Los maoríes se quedaron asombrados y consideraron esta hazaña un milagro que elevaba al capitán Cook al nivel de semi-Dios (o a lo mejor esta es una metáfora para decir que se cagaron por la pata, porque los pobres no creo que nunca hubiesen visto semejante despliegue de fuerza) y decidieron permitir desembarcar a los europeos sin más oposición.
Esto es una clara muestra de que no hay nada como el diálogo “igualitario y razonable” para conseguir la comprensión y la armonía entre diferentes culturas.
Al parecer muchos años después, un bañista encontró la bala de cañón que había partido la roca, que fue expuesta en un museo, hasta que a un graciosillo se le ocurrió robarla. No se ha vuelto a saber nada de la bola.
Y así se lo contaron a Lucía y así os lo cuento yo. ¿Verdad? ¿mentira?, no lo sé, quizás como dije al principio sólo sea una historia hecha para los turistas.