Lugares soñados
Un viejo mapa menciona: “Corazón del corazón, tierra india del Paitití a cuyas gentes se llama indios: todos los reinos limitan con él pero él no limita con ninguno”.
Durante siglos, el estrecho de Gibraltar fue el límite occidental del mundo conocido, pero no fue el límite para la imaginación del hombre que a base de leyendas fue creando países y ciudades fabulosas que fueron calando de tal manera en la gente que llegaron a tomarse como reales y aún hoy, después de tanto tiempo, hay quien sigue en su empeño de encontrarlas. Es el caso de la isla Atlántida que ya en el siglo IV a.C. es citada por Platón en sus diálogos, Critias y Timeo, a la que describe como país misterioso situado en época remota más allá de las Columnas de Hércules y después tragada por el mar.
Con el descubrimiento de América se amplió el mundo conocido y real, pero no por ello la imaginación del hombre dejó de seguir creando leyendas sobre nuevas ciudades llenas de tesoros que movían a muchos a emprender expediciones para encontrarlas, como en el caso de El Dorado, las siete ciudades de Cíbola, la ciudad de los Césares o el Paitití. Algún día podemos hablar de todas ellas, hoy lo haremos solamente del Paitití pues un buen amigo mío me relató la leyenda de este lugar y yo quisiera compartirla con vosotros, aunque es posible que algunos ya la conozcáis.
Comenzó diciéndome que aunque la decadencia y la destrucción del Imperio Inca es bien conocida por todos, sus inicios se remontan a tiempos tan lejanos que resultan inaccesibles para nosotros. Continuó la narración en el punto en que, cuando Cuzco estaba amenazado por los conquistadores, su elite social, atendiendo al consejo de los ancianos, decidió fundar otro Cuzco para guardar allí los tesoros del Inca Atahualpa y para ello eligieron la selva peruana y le llamaron el reino de Paitití. Este reino era una ciudad o conjunto de ciudades que estaban defendidas por una tribu de hombres muy altos y fieros vestidos con túnicas blancas, los Paco-Pacoris.
Muchos hallazgos sirven de apoyo a esta leyenda, ruinas, petroglifos (inscripciones en piedra) y largas calzadas de piedra que nadie sabe en donde terminan ya que son numerosas y es difícil hacer un estudio sobre ellas debido a la dificultad para penetrar en las selvas peruanas y bolivianas con lo que el misterio se acrecienta.
Como todo buen enigma de este tipo, atrae a estudiosos y aventureros que organizan expediciones a la zona con la esperanza de encontrar ese reino aunque no todos lo hagan por las mismas razones. En los años sesenta el investigador Carlos Neuenschwander Landa realizó veintisiete exploraciones en la meseta de Pantiacolla, al oriente de Cuzco. Recopiló tradiciones orales sobre Paitití y con ellas y las experiencias adquiridas en sus expediciones confeccionó un libro en el que incluyó fotografías aéreas de los caminos descubiertos y de los petroglifos encontrados.
En 1970, tres aventureros lo intentaron también, la expedición iba dirigida por el director de la revista Peruvian Times, Robert Nichols, y guiada por dos indígenas con los que se dirigieron hacia el este, hacia la meseta de Pantiacolla; llegados a un lugar del recorrido los guías se negaron a continuar. Decidieron los expedicionarios continuar solos, pero ninguno regresó jamás, lo que hizo que el misterio aumentara y la búsqueda se volviera mas atractiva para otros exploradores. Para incrementar el suspense, el propio Landa contó que un indio machiguenga le dijo que el grupo de Nichols había sido exterminado por los hombres de la tribu Paco-Pacoris - los guardianes de los tesoros - que por su aspecto y su misión son muy respetados por los indios de la región y además muchos aseguran haberlos visto.
El arqueólogo Greg Deyermenjian, organizó en los años ochenta una expedición al Río Timpia con la idea de localizar los caminos que habían sido fotografiados desde el aire; este río es una buena vía para penetrar en la selva, pero al camino encontrado, que va desde la zona montañosa de Paucartambo hacia el interior de la selva, nunca se le llegó a conocer el final.
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Esta ciudad fue protagonista de sueños y cantada por los poetas incas, pero sigue sin aparecer y a pesar del transcurrir del tiempo no pierde el encanto que lleva a la gente amante de la aventura a seguir buscándola sin descanso, pues el hombre jamás dejará de soñar con nuevos lugares que descubrir, y cuando la tierra se les quede pequeña, ahí tienen el espacio como un enorme campo virgen aún, que se puede poblar por la imaginación de bellas ciudades y tremendos tesoros.