Desde que el mundo es mundo
Este es el caso de Cartago y Roma enfrentadas entre otras cosas por Hispania, caramelo apetecible para ambos. Como creo que ya comenté en alguna ocasión, en estos conflictos, si se quiere ganar, no basta con tener un numeroso ejército bien pertrechado, son necesarias otras dos cosas muy importantes el conocimiento tanto del enemigo y el del terreno en el que se va a desarrollar la lucha y sobre todo una buena estrategia. Como dijo Polibio: “si alguien cree que en el arte de la guerra hay algo más importante que conocer las preferencias y el carácter del general enemigo, es un ignorante y está cegado por la soberbia”.
Es muy importante que la persona elegida para dirigir a los combatientes tenga carácter, sea decidido y sea un buen estratega y creo que para serlo debe de poseer la astucia suficiente como para saber salir y sacar a los suyos de cualquier atolladero en el que se hayan metido. Y eso es lo que le sucedió a Aníbal en su extraordinaria hazaña de atacar a los romanos en su propia casa, su viaje fue largo y lleno de penalidades de las que fue saliendo en contra de la lógica como tampoco fue lógico que cuando ya tenía en su mano la victoria sobre Roma, haya desperdiciado la ocasión.
Quizás la hazaña más conocida de Aníbal fue el paso de los Alpes con elefantes incluidos, pero no fue la única pues se encontró con otras muchas dificultades, bien es verdad que las correrías que realizó una vez cruzado este paso fueron casi siempre victoriosas lo que llenó de temor a los habitantes de la zona y con ese miedo jugó Aníbal más de una vez. Entre los muchos contratiempos con que se encontró hay uno del que salió airoso gracias a una estratagema. Durante un buen recorrido sobre suelo italiano, Aníbal era seguido constantemente por Quinto Fabio, hombre de prudencia excepcional que conservando las distancias y esperando encontrar el momento oportuno para atacarle, no quería precipitarse dadas las victorias de Aníbal y su fama ya crecida por ellas, no le quitaba el ojo de encima, pero sin decidirse a atacarle a pesar de las muchas provocaciones que Aníbal le hacía haciéndose con un gran botín y devastando las llanuras de Capua famosas por su fertilidad y por su belleza y por estar situadas en ellas las mejores ciudades. Debían de ser dignas de contemplar aquellas idas y venidas de dos numerosos ejércitos desplazándose paralelamente sin que ninguno iniciara el ataque.
En un momento dado, Aníbal decidió iniciar la retirada buscando un buen lugar en donde pasar el invierno eligiendo la llanura al pie mismo de las montañas cosa que alegró mucho al romano pues el lugar era perfecto para vencer al cartaginés ya que la única salida que les quedaba sería por los desfiladeros en cuyos pasos él puso centinelas mientras se preparaban para atacarles al día siguiente, pero Aníbal se dio cuenta de su metedura de pata al elegir el sitio de acampada y no tardó en idear una estratagema para salir victorioso de esa ratonera en la que él mismo se había metido. Y esto es lo que hizo según los textos de Polibio:
“Llamó a Asdrúbal, el jefe de sus servicios de intendencia y le encargó que a toda prisa atara el máximo número posible de haces de leña seca, fuera la que fuera; debía elegir, además, de entre los bueyes de labranza cogidos en el botín, unos dos mil de los más vigorosos y agruparlos delante del campamento. Hecho esto, reunió a los soldados de intendencia y les indicó una prominencia que estaba entre su propio campamento y los desfiladeros por los que se disponía a hacer la marcha; les ordenó que cuando se diera la contraseña dirigieran con fuerza y energía a los bueyes hasta que llegaran a las alturas. Después mandó cenar a todo el mundo y retirarse a descansar hasta que llegara el momento. Al caer la tercera vigilia de la noche hizo salir a los de la intendencia y les indicó que ataran los haces a los cuernos de los bueyes. Lo hicieron rápidamente, porque eran muchos hombres, entonces mandó prender fuego a los haces, azuzar a los bueyes y dirigirlos hacia las cimas. Detrás de los de la intendencia dispuso a los lanceros, con la orden de ayudar algo a los que dirigían a los bueyes; cuando los animales hubieran emprendido la primera carrera ellos debían correr a ambos lados y con gran griterío ocupar las crestas, para prestar ayuda y trabar combate con el enemigo, si por casualidad se disputaban aquellas alturas. Simultáneamente él situó sus fuerzas, primero las pesadas, detrás de ellas su caballería, a continuación el botín y finalmente a los iberos y a los galos. Así se dirigió a los desfiladeros y a las salidas.
Los romanos que custodiaban los desfiladeros, así que vieron las llamas avanzar hacia las cumbres, creyeron que Aníbal se lanzaba por allí. Abandonaron el paso difícil y se fueron a apoyar a los de las crestas. Al acercarse a los bueyes, las llamas les pusieron en apuros, pues se imaginaron y creyeron que sucedía algo peor de lo que en realidad pasaba. Cuando llegaron los lanceros, se estableció entre ambos bandos una ligera escaramuza: los bueyes se lanzaron en medio y los dos bandos quedaron en las crestas, pero separados y se mantuvieron esperando el día, porque no alcanzaban a comprender lo sucedido.
Quinto Fabio, perplejo ante los acontecimientos decidió según su propósito inicial a no jugarse nada al azar ni a entablar una batalla decisiva, permaneció inactivo en su campamento y aguardó al día. Entonces Aníbal, puesto que las cosas le habían salido según sus cálculos, hizo pasar sin riesgo por los desfiladeros a sus tropas con el botín puesto que los defensores de las angosturas las habían abandonado.”
Así salió Aníbal del apuro y las luchas continuaron con el avance victorioso de los cartagineses hasta la última batalla de Cannas una de las más famosas que este famoso cartaginés llevó a cabo en Italia.
Y pienso yo que no es raro que los romanos se asustaran dada la fama de vencedor de Aníbal que eso ya les metía miedo en el cuerpo y si a eso se añade el gran alboroto que se montó con los bueyes corriendo asustados por el fuego que ardía en sus cuernos que berrearían un montón sobre todo cuando ese fuego les alcanzó la piel, los gritos de los que dirigían a los animales y los gritos no menos fuertes de los lanceros todo ello en plena noche, lógico era que los que guardaban los desfiladeros perdieran la serenidad y cometieran el gran error que cometieron dando lugar a otra victoria de los cartagineses.
No hay duda de que se puede admirar el ingenio de Aníbal que fue capaz de sacar a su ejército de aquel atolladero en donde se habían metido, pero eso no quiere decir que se admire ni a la guerra ni el uso abusivo con maltrato incluido que se hace de los animales en unas guerras que ni les van ni les vienen. Pero desde que el mundo es mundo existen las guerras y con ellas llegan el miedo, la crueldad, la muerte y la destrucción.