Quejarse en exceso
Normalmente cada vez que tenemos que realizar un trabajo solemos quejarnos mucho porque no nos apetece hacerlo y esas quejas, en ocasiones y a mi forma de entender, son excesivas. Hay trabajos que hoy en día ni siquiera deberíamos de tenerlos como tales ya que la ayuda de que disponemos es muy grande y en realidad no somos los que hacemos el trabajo si no los que, por decirlo de alguna manera, ayudamos.
Esta sesuda reflexión se me ocurrió cuando estando en la frutería esperando mi turno escuché a una mujer quejarse de que tenía que poner la lavadora y sus palabras fueron: “otra vez a poner la lavadora, estoy cansada de tanto lavar”. De pronto me vinieron a la memoria aquellas pobres mujeres que en cualquier estación de año tenían que ir a lavar al río o a los lavaderos públicos, aquello si que era lavar y no lo que se hace ahora que nuestro trabajo se limita a seleccionar la ropa, meterla en la lavadora, añadir el detergente y pulsar un botón.
Todavía recuerdo yo aquellas tablas de lavar de superficie ondulada en donde se frotaba la ropa una y otra vez hasta que las manchas desaparecían. Aquellos baldes repletos de ropa sucia que volvían del río como si nunca se hubieran utilizado, sábanas de blancura inmaculada que nada más lavadas se extendían en la hierba o en los setos de zarzas o arbustos que bordeaban el río para que les diera el sol y que eran rociadas con agua a cada poco para aumentar su blancura. Si, aquello si que era trabajar.
Se arrodillaban las lavanderas poniendo ante si la tabla, metían sus manos en el agua sin importar si estaba helada, agua que acababa por mojarles también las piernas. Y que decir de los dolores con los que acababa su cuerpo, la espalda y las manos eran los más afectados, manos que en invierno se llenaban de los temidos sabañones. ¿Y ahora nos quejamos por tocar un botón?
Para amenizar aquel duro trabajo, los ríos o los lavaderos se convertían en los centros de encuentro en donde se daban a conocer todas las noticias: riñas, amores y desamores, líos familiares….. nada quedaba en secreto, aquel era el lugar de emisión desde donde se esparcían hacia todos los lados.
Tan importante y tan cotidiano era este trabajo que muchos artistas quisieron dejarlo reflejado en sus cuadros y a continuación, como homenaje a aquellas sufridas trabajadoras os dejo con algunos de ellos.
Casimiro Sainz (1853-1898)
Jean François Millet (1814-1875)
Jorge Oramas (1911-1935)
Leon Augustin L´Hermitte (1844-1925)
Manuel Colmeiro (1901-1999)
Paul Gauguin (1848-1903)