El misterio de la casulla
Una noche de diciembre, acompañado de algunos clérigos, se dirigió a la iglesia para la celebración de un oficio y al llegar se encontraron con un resplandor que la iluminaba por completo, su luz era tan intensa, que todos huyeron asustados menos Ildefonso que con gran serenidad se dirigió hacia el altar y allí descubrió a la Virgen María rodeada de ángeles, vírgenes y santos que entonaban cantos celestiales. La Virgen le hace seña de que se acerque y sonriéndole al tiempo que le agradece la defensa que de ella hace, le entrega una casulla traída de los cielos, dándole instrucciones para que la use solamente en los días dedicados en su honor. Desaparecida la visión, queda en sus manos la vestidura celestial.
De la importancia que tuvo esta historia dan fe la cantidad de artistas famosos que plasmaron en sus cuadros la escena de la entrega de la casulla a San Ildefonso, como por ejemplo: Juan Valdés Leal, Diego de Velázquez, Murillo, Juan de las Roelas y Andrés de Islas.
En la literatura también se ve reflejado, véase si no en el libro “Los milagros de Nuestra Señora” de Gonzalo de Berceo cuando escribe:
Fízoli otra graçia qual nunca fue oida,
Dioli una casulla sin aguida cosida,
Obra era angelica, non de omme texida,
Fabloli poccos vierbos, razon buena complida
Amigo, dissol, sepas que so de ti pagada,
Asme buscada onrra, non simple, ca doblada:
Feçist de mi buen libro, asme bien alabada,
Feçistme nueva festa que non era usada.
La iglesia de Toledo escribe el 13 de junio de 1575 al Cabildo de Oviedo, encareciendo la gran devoción que allí tienen a esta iglesia de Oviedo “por estar aquí la casulla de San Ildefonso”. Y el 10 de abril de 1587 se lee una carta del Arcediano de Babia desde Madrid, que dice entre otras cosas: “tengan cuenta con el recado de la Cámara Santa porque tratan de pedir la casulla de San Ildefonso”.
Existe también una carta escrita por el Padre Sebastián Sarmiento de la Compañía de Jesús al Padre Francisco Portocarrero de la misma Compañía sobre el reconocimiento de la casulla de San Ildefonso por cuatro señores Obispos a finales del siglo XVI, que se conserva en el Archivo de la Santa Iglesia de Toledo. Reproduzco la carta porque creo que tiene interés:
Huélgome que V.R. me mande, aunque sea de tarde en tarde cosas de su servicio, y más en honra de la Virgen Santísima, de cuya casulla diré lo que me acuerdo.
Es verdad que yo estaba en Oviedo al tiempo que se abrió aquella Arca grande que está en medio de la Cámara Santa. La ocasión de abrirse fue la Consagración del Señor Obispo Don Pedro Junco de Posada, natural de Llanes, hijo de Juan de Posada y María Alfonso Díez de Noriega, que por ser junto de Oviedo quiso consagrarse de mano de su Obispo Don Pedro de Quiñones. (Creo que el nombre correcto era Diego y no Pedro)
A la Consagración vino Don Juan Alonso de Moscoso, Obispo de León y el de Galípoli D.N. Quinteros que era a la sazón Abad de Santander.
Teniéndolos juntos un día Don Pedro de Quiñones dijo a los dichos Prelados que pues se hallaban cuatro, cosa que no sucedería quizás otra vez hasta el día del Juicio, que probasen con toda la reverencia posible, abrir ellos solos y el que tenía las llaves de la Cámara Santa, aquella Arca para saber el magnífico tesoro. Al fin los convenció a que si y, prevenidos con ayunos y oraciones, después de Consagrado el de Salamanca, con todo el secreto posible, se juntaron los obispos y Canónigos que tenía las llaves y después de haber abierto la primer arca que es grande, hallaron otra menor y otra y otras menores hasta que dieron con un cofrecito muy pequeño, como de un palmo muy largo el cual tenía un rótulo que decía: LA CASULLA QUE NUESTRA SEÑORA DIO A SAN ILDEFONSO. Mucho les espantó, por parecerles casi imposible que allí cupiese una casulla. Abrieron el cofrecillo con muy gran dificultad, tanto que casi estuvieron desahuciados de poderlo abrir y dentro hallaron un cendal de color de cielo en forma de un capuz portugués, tan grande que pudiera cubrir al hombre más alto que hay en España, sin textura ni costura como una tela de cebolla, tan delicado y sutil que con solo el aliento que respiraban se hinchaba como una vela cuando le da recio el viento. Y volviéndola a doblar como estaba, la recogieron en su cofrecito, juramentándose todos que no habían de decir nada a nadie, si no era habiendo salido veinte leguas de Oviedo, y así lo cumplieron.
El Abad de Santander en habiendo salido de las veinte leguas se volvió a dos Canónigos de Santander que le acompañaban y con espanto les dijo: ¿”Es posible que he podido guardar el secreto en el pecho, lo que he visto en Oviedo”?. Y se lo contó; también se lo refirió a los de mi Colegio de Santander muy a la larga. Y el Obispo de Salamanca Don Pedro Junco de Posada contó después lo mismo al Padre Ferrer. Esto es acerca de lo que vuestra reverencia me pregunta.
Sebastián Sarmiento
Volviendo a la casulla, se creyó que estaba escondida aquí en la catedral por temor a que la Iglesia de Toledo la reclamara algún día y surgió la leyenda. Se dijo que estaba en la bola grande de la torre de la catedral, pero se comprobó que no; se dijo entonces que estaba debajo del Arca Santa, pero tampoco; se pensó luego que estaría detrás del retablo de la capilla de San Ildefonso (capilla que desapareció en la voladura de la revolución de 1934), pero allí tampoco estaba y por más que se buscó nunca apareció.¿qué fue de ella entonces?, pues hay muchas posibilidades, a saber:
Que a pesar de “haberla visto” tanta gente, nunca haya existido
Que nunca hubiera sido incluida entre las reliquias que vinieron a Oviedo
Que cualquier persona de las que tuvieron acceso a ella, tanto durante el traslado como en Oviedo, la haya cogido, a saber con que intención.
Que los de Toledo se hayan hecho con ella de alguna manera y la tengan a buen recaudo.
Que cualquiera de las personas que estuvieron presentes al abrir el Arca, en un momento de descuido, se la hayan llevado.
Y podríamos seguir así con un montón de hipótesis más, pero me temo que no llegaríamos a ningún sitio, pero si me gustaría aclarar algo y esto es sólo mi forma de pensar: Si las reliquias fueron traídas a Oviedo para ponerlas a salvo, ¿por qué una vez pasado el peligro no se devolvieron?, yo creo que hubiera sido lo justo. Ya se que en aquellos tiempos cualquier catedral, iglesia o monasterio adquirían fama y por lo tanto atraían a mucha gente dependiendo de lo famosas que fueran sus reliquias, de ahí que el mercado y falsificación de las mismas estuviera a la orden del día (sería un buen tema para otra ocasión). Pero insisto, si alguien te confía algo para que se lo guardes, no te puedes quedar con ello, tienes que devolverlo. En cuanto a la casulla, me temo que pasará a engrosar la lista de misterios sin resolver.