La ermita y la leyenda
En una colina de Oviedo en donde antaño se encontraban las canteras que proporcionaban la piedra para construir la catedral, se levanta una ermita conocida en un principio como del Cristo de Laspra y así se la llamó según varias fuentes documentales hasta el siglo XIX. Hoy se la conoce como del Cristo de las Cadenas y es iglesia parroquial.
Esta ermita, muy visitada, fue destruida durante la guerra civil y reconstruida otra vez, inaugurándose en octubre de 1947, fecha en la que también se entronizó la nueva talla del Cristo de las Cadenas ya que la anterior había sido quemada y sus restos habían desaparecido.
Se desconoce el origen de esas cadenas que acompañan al Cristo y en estos casos inciertos siempre surge una leyenda, mas o menos creíble, que sin poder asegurar que sea cierta por lo menos capta el interés del que la escucha. Esta leyenda que os muestro pone nombre tanto a la ermita como a una calle de Oviedo, nombres que ambas conservan al día de hoy.
Leyenda del Cristo de las Cadenas
En una calle de Oviedo según cuenta la leyenda,
su boda había fijado una feliz pareja.
Noble y buen mozo es el novio, hermosa y gentil lo es ella,
y un futuro venturoso parece abrirles las puertas.
Pero el destino traidor que de todos lleva cuenta,
aquellos dos nombres ha escrito en rojo sobre su agenda.
Faltan muy pocos días para tan señalada fecha,
cuando un edicto llegó pidiendo gentes de guerra.
Fue necesario partir, sin que Santo lazo uniera,
aquellos grandes amores que en Oviedo se recuerdan.
Estando en la despedida, llora ella en amarga pena
y para tranquilizarla, el mozo un rosal le entrega:
- "Mientras no florezcan rosas, le dice con voz muy queda,
puedes estar bien segura que la muerte me respeta.
Pero si por el contrario algún día florecieran,
es que mi vida he perdido en esas lejanas tierras".
Esas palabras serían las últimas que le oyera,
y en su corazón se clavan como puntiagudas flechas.
Pasa el tiempo inexorable, y las noticias que llegan
son frecuentes al principio, y luego más tarde escasean.
Y un mal día apareció, en su casa ante la puerta,
un fraile que traía plañideras cadenas por ofrenda.
Prisionero el novio estuvo, en sucia y lóbrega celda,
viendo consumir sus días, en tan terrible condena.
Logró liberarle el fraile... pero tan grave mal le aquejaba,
que ante su posible muerte, pidióle que a Oviedo viajara.
Contando a la prometida toda la amarga odisea,
en su casa le entregara del cautivo... las cadenas.
Con el corazón partido la joven corrió a la aldea
donde a un Cristo milagroso, todo el pueblo venera.
En su presencia se postra, y con gran fervor reza
pidiendo que al ser querido la salud le sea devuelta.
Bajo sus pies deposita las cadenas que él le diera,
y hoy se conoce ese Cristo... por Cristo de las Cadenas.
Presto vuelve a desandar aquella misma caleya,
de verdes sebes cercada que hasta allí la condujera.
La razón no justifica el temor que ahora le entra,
pero algo dice su corazón que ella oír no quisiera.
Corre desesperada hasta que a su casa llega,
y comprueba con horror que ya el rosal... ¡rosas diera!
Rosas como sangre roja, bellas como nunca viera,
en ellas hunde su rostro... y con sus lágrimas riega.
Y desde entonces la calle donde la joven viviera,
como calle del Rosal, la gente la conociera.
La calle Rosal ya no tiene ningún parecido con la que debió de tener entonces, sigue siendo una calle estrecha y empinada pero desaparecieron las pequeñas casas que la bordeaban para dejar paso a nuevas edificaciones mas acordes con estos tiempos.
Nota: Leí esta leyenda en distintos sitios y vi que no todas coincidían exactamente en sus versos, pero todas lo hacían en el contenido.